Olvídese de cuando Ud. era viejo
Valencia, 16 de mayo de 2005 Cuarta Etapa - Año XII - Nº 462 www.tiempo.uc.edu.ve
Es casi seguro que Ud. es ahora mentalmente más joven que hace 10 ó 20 años. Más joven, porque es capaz de aceptar muchas formas de vida y de pensamiento que antes no habría aceptado. Ya nada le extraña. Cuanto más joven mentalmente, más dispuesto se está a entender que la vida comienza cada día, que nada es como ayer. Viejos quizá, inmovilizados, fuimos antes, cuando teníamos menos años; ahora entendemos mejor la necesidad de planteamientos frescos e, incluso, los exigimos. Ya nadie podrá intentar con éxito extraer del ayer las respuestas que nos pide el hoy. Mirarse al ombligo no sería una forma de descubrir futuros sino de repetir pasados. El innovador es una figura esencial en nuestros escenarios académicos actuales y necesita, por lo menos, un crédito mínimo de confianza. De todas formas, y dicho sea de paso, el diálogo de generaciones y el respeto a las diferencias entre unos y otros nunca estará de más. Si se le pregunta a un hombre de hoy qué señales podemos leer en el horizonte inmediato de la humanidad, probablemente nos diga que estas dos. Primera: la humanidad va hacia formas cada vez más amplias de libertad. La libertad ha entrado en un plano inclinado y no la detiene la voluntad de nadie, ni siquiera la globalización. Cada vez hay más libertad para pensar y para ?lenguajear?, para organizarse laboral y socialmente, para ?deconstruir? normas éticas y teorías y metodologías científicas. ¿Dónde hay un dique que no esté siendo asaltado? El hombre de hoy tiene más poder y reclama más espacios para él. La libertad llama a la libertad. Si alguien se opone a esa fuerza caudalosa, individuo o institución, cuidado, porque en cualquier momento se puede ver anegado y revolcado por ella. Segunda: estamos en la sociedad del conocimiento y cuando nos distanciamos del conocimiento, la ignorancia nos aleja de la sociedad actual. Ni las chapuzas, ni los remiendos, ni las universidades de mentira, son soluciones verdaderas. Ahora bien, si la sociedad es del conocimiento, el conocimiento tiene que ser acerca de la sociedad, para la sociedad. Las grandes carreras, rígidas, hieráticas, no funcionan en el cielo, y en una tierra tan cambiante como ésta parece que cada vez menos. En lugar de colchas gigantescas lo que necesitamos es, más bien, una sábana de muchos retazos y muchos colores, pero cuidadosamente hilvanados.
Hay algunas observaciones al respecto que, por repetidas, resultan fastidiosas. 1. ¿Por qué todos los jóvenes deberían aspirar a carreras estrictamente universitarias? 2. ¿Por qué esas carreras deben ser de cinco años? 3. ¿Por qué tienen que ser idénticas para todos los cursantes? 4. ¿Por qué tanto mitología y tan poco apego a la objetividad social? Con carreras más cortas y más flexibles estaríamos mejor. Recuérdese, por vía de ejemplo, el actual Protocolo de La Haya.
Quizá no somos sinceros cuando proponemos a los estudiantes seleccionar la carrera de acuerdo a su ?vocación?. No somos sinceros porque lo que ofrecemos en la práctica son las carreras de siempre, poca libertad de elección y poca flexibilidad. ¡Srs. Ministerio de Educación Superior, miremos juntos y hacia adelante; no nos toreemos Uds. y nosotros a base de jugarretas. Olvidémonos de cuando éramos viejos!